Stabat Mater
Stabat Mater
  • INICIO
  • PRESENTACIÓN
    • Quiénes somos
    • P. Tomás Morales
    • Hogar Stabat Mater
  • ACTIVIDADES
    • Ejercicios Espirituales
    • Misiones Semana Santa
    • Sábados de formación
    • Montaña y campamentos
    • Actividades familiares
  • ORACIONES
    • FLORES A MARÍA
    • Sagrado Corazón de Jesús
    • Mes de San José
  • PUBLICACIONES
    • Revista Alcor
    • Libros Tronco y Savia
    • Homilía P. Javier
    • Podcast Orar y Amar
  • Más
    • INICIO
    • PRESENTACIÓN
      • Quiénes somos
      • P. Tomás Morales
      • Hogar Stabat Mater
    • ACTIVIDADES
      • Ejercicios Espirituales
      • Misiones Semana Santa
      • Sábados de formación
      • Montaña y campamentos
      • Actividades familiares
    • ORACIONES
      • FLORES A MARÍA
      • Sagrado Corazón de Jesús
      • Mes de San José
    • PUBLICACIONES
      • Revista Alcor
      • Libros Tronco y Savia
      • Homilía P. Javier
      • Podcast Orar y Amar
  • INICIO
  • PRESENTACIÓN
    • Quiénes somos
    • P. Tomás Morales
    • Hogar Stabat Mater
  • ACTIVIDADES
    • Ejercicios Espirituales
    • Misiones Semana Santa
    • Sábados de formación
    • Montaña y campamentos
    • Actividades familiares
  • ORACIONES
    • FLORES A MARÍA
    • Sagrado Corazón de Jesús
    • Mes de San José
  • PUBLICACIONES
    • Revista Alcor
    • Libros Tronco y Savia
    • Homilía P. Javier
    • Podcast Orar y Amar

Mes de San José

Día 1. Poder de San José.

«Les obedecía, les estaba sujeto...», dice el Evangelio. ¿Quién? Jesucristo. ¿A quién? A José. ¿Puede ser cierto? Sólo Su Padre Eterno puede 

mandar a Cristo. Pero el Padre Eterno delega su autoridad. La deposita en 

José. Y desde ese momento José manda con estricto derecho... Y Jesús 

obedece con estricto deber... ¡Qué poder el de José! Ahora también perdura ese poder. A una señal de José, Cristo derrama a torrentes desde el cielo, 

desde el Sagrario, los tesoros de su Corazón.

¿Es que tú no los necesitas? Mira tu vocación. Necesitas un Pentecostés de bendiciones para llenarla. Obtenías por medio de José. Atrae hoy 

hacia ti sus miradas con algún obsequio especial.

Pídele: ¡oh fidelísimo José!, alcánzame del Corazón de tu Hijo gracia 

abundante para esculpir en mí ese hombre desnudo de afectos que vive solo a Cristo, que reclama mi vocación. José poderosísimo. Todos: Ruega 

por nosotros.


Día 2. San José, modelo de ecuanimidad.

¿Puedes figurarte a San José buscando fuera de su casita la distracción 

y el descanso de su trabajo? Recuerda lo que te hace buscar en las criaturas 

tu consuelo: tedio, aburrimiento, tibieza...

José no conoció el tedio ni el aburrimiento. Era tan sublime su ocupa￾ción: alimentar, robustecer a Jesús. No conoció la mezquindad en su traba￾jo. Mezquino... ¿con Dios? Jamás anheló consuelos terrenos; todo lo tenía 

en Jesús...

¿Quieres sentir hoy, y siempre, el gozo pleno de la posesión perfecta 

de Jesús? ¡Fuera tedio y aburrimiento! También tú tienes una obra sublime 

entre tus manos: la obra «divinísima entre las divinas»... ¿Aburrida, y tibia, 

y mezquina...? Sí, lo que podía hacer gemir tu naturaleza, la cruz, debe ser 

tu mayor alegría...

Enséñame, santísimo José, a llevar a cabo «mi obra» redentora con en￾tusiasmo, sin desfallecimientos, como tú, y a huir y aborrecer todos los 

consuelos terrenos. José fortísimo.

Todos: Ruega por nosotros.


Día 3. San José, el santo del silencio con los hombres.

¿Puedes figurarte a San José hablando largo y tendido, como por sis￾tema, con los vecinos, lejos de Jesús y de María? En cambio, ¿verdad que 

concibes conversaciones íntimas, largas, efusivas, reposadas con sus Dos 

Amores, en los atardeceres, después del trabajo o en las horas dulces del 

reposo forzado de los sábados? ¿Por qué no imitas a José? ¡Hablar con los 

hombres! Hay tiempos para ello. Entonces, sí... Alegría sencilla, sin estri￾dencias; universalidad natural y sin preferencias ni repugnancias consenti￾das; espiritualidad discreta y sin miedo, firmeza indomable si es necesa￾rio... Es tu deber... Tómalo como obra de apostolado. Fuera de esos tiem￾pos..., examina cómo guardas el silencio, pórtico del amor, preludio de 

eterna armonía.

Y... ¿con Jesucristo y su Madre? ¡Ah!, eso sí. Como José. No desper￾dicies ni un segundo. Habla largo, íntimo, reposado, caliente. En tu cora￾zón siempre. Y en el Sagrario cuando puedas... Y podrías tantas veces... 

Necesitas amar y... dejarte amar.

José: enséñame a callar y a hablar. A callar con los hombres, cuando 

no me exija lo contrario la necesidad o la caridad. A hablar con ellos para 

atraerlos a Cristo. A hablar con Cristo y con su Madre siempre, sin inter￾misión, como tú lo hacías...

José prudentísimo.

Todos: Ruega por nosotros.


Día 4. San José y la Eucaristía.

José volvía del pueblo hacia su casa. Una obsesión dulce en su cora￾zón. Clavada y candente. ¡Jesús está en casa! Estará esperándome. Y San 

José—otro día— trazaba su plan para unas horas de descanso: «estar con 

Jesús».

Clava esta obsesión en tu alma: Jesús está..., está en el Sagrario, y me 

aguarda, y me llama, y me quiere hablar. «El Maestro está y te llama... 

Tiene algo que decirte». ¿Te has convencido realmente de que está? Medi-

338

ta un minuto sobre ese «adest»… está. ¿Estás Persuadido de que tiene algo 

que decirte? ¿Te has fijado en lo que en un solo segundo puede salir de las 

puertecitas de Mi Sagrario si hay fuera unos ojos que miran, una boca que 

se abre, un alma limpia que recibe? Clava esta obsesión en tu alma. Esto 

bastará para que en tus horas desocupadas, en tus minutos libres, tenga 

siempre la primacía Jesús Hostia Santa... Imita a San José mirándole, 

amándole, ofreciéndote... No podrás dar mayor gusto al Santo Patriarca.

Santísimo José, graba a fuego en mi alma esa palabra: Magister adest,

como lo estaba en la tuya. Sentimiento interno de esta verdad. Y luego, en￾séñame a hablar en Su Sagrario como tú en tu taller.

San José, amantísimo de Jesús.

Todos: Ruega por nosotros,

Día 5. San José, modelo de fidelidad a la vocación.

José tenía un ideal de vida puro y santo: vivir en perpetua virginidad 

con María, tan dulce, tan amable...

El banco de carpintero les daría lo suficiente. Sin problemas, sin preo￾cupaciones, serían dichosos... Un ángel se interpone en su camino: «Dará a 

luz un Hijo y le pondrás por nombre Jesús». El horizonte cambia por com￾pleto. ¡Qué responsabilidad! Dicha infinita en la posesión de Dios, pero 

trabajo incesante para alimentarle y defenderle. Nubes negras de per￾secución, destierro. ¡Cómo cambia la vida de San José! Y él... la abraza 

con decisión, con humildad, sí, pero con magnanimidad generosa y valien￾te,

¿Has pensado en serio en el cambio de tu vida? Recuerda el «ven y sí-

gueme» de tu vocación. Desde aquel momento sublime, los ideales terre￾nos—todos— han caído por tierra: familia, patria, riquezas, bienestar... No 

vuelvas a darles entrada. Un ideal más divino, pero también más duro, ha 

comenzado para ti: corredentor con Cristo. Qué responsabilidad... Piensa 

mucho en ella, como Jo haría San José.

Y pídele: Enséñame a entregarme a mi vocación con obsesión. Quiero 

vivir una vida de entrega total, humilde, alegre, magnánima, a mi oficio de 

redentor con Cristo.

José fidelísimo.

Todos: Ruega por nosotros.

339

Día 6. San José y el Cuerpo Místico de Cristo.

¡Qué sabroso era el pan de Nazaret! Se amasaba con el sudor abnega￾do de José. ¿Para qué tanto esfuerzo? Para que Jesús creciese, se desarro￾llase pujante de vida.

En la teología de San Pablo hay un dogma central: el del Cuerpo Mís￾tico de Jesucristo. Piensa en él. El Cuerpo de Cristo tiene miembros. Y és￾tos han de crecer: crecimiento interior, intensivo. Tú eres miembro de 

Cristo, debes crecer en santidad, humildad, mortificación, unión con Dios, 

caridad... Completas, embelleces el Cuerpo de Cristo. Extensivo: almas 

destinadas a ser miembros del Cuerpo de Cristo y que están desgajadas de 

él. ¿No ves ahí tu apostolado? Oración que atraiga sobre ellas gracia a to￾rrentes, padecimientos, mortificación que completen la pasión de Cristo; 

labor directa que las injerte en su Vid verdadera...

Doble crecimiento que es tu fin: perfección propia, perfección ajena. 

¿Crees que es indiferente a José el doble crecimiento del Cuerpo de Cris￾to? Sí, trabajó y se consumió en la tierra con este único fin.

Pídele: Sigue trabajando, santísimo José. Sigue procurando el creci￾miento de Cristo. Hazme miembro Suyo, robusto, con santidad heroica... Y 

haz que tantas almas arrancadas de Cristo formen un Cuerpo con El. No 

permitas que ninguna de las vinculadas por Cristo a mi correspondencia se 

pierda para siempre por mi desidia y negligencia.

Nutricio del Hijo de Dios.

Todos: Ruega por nosotros.

Día 7. San José, Patrono de la Iglesia.

Jefe de la Familia de Cristo en Nazaret. Jefe, Patrono, Abogado de la 

misma Familia extendida por toda la tierra. Protector y Padre de la Iglesia. 

El Padre Eterno lo eligió para cabeza de aquel Hogar divinamente idílico... 

¡Y cómo cumplió la misión! Jesucristo y el Espíritu Santo le han elegido 

Patrono de la Iglesia.

José, desde su trono, mira y ayuda a su gran Familia de la tierra. ¡Có-

mo cumple su misión! Y ¡cómo quiere cumplirla! Pero las gracias que 

pugnan por salir de sus manos están vinculadas a tu oración.

Vives en una Iglesia militante. Sus problemas son los tuyos. Recono￾cimiento de sus derechos por el Estado; santidad de sacerdotes, religiosos 

y fieles; dignidad de la familia, estabilidad del matrimonio, respeto a la vi￾da, educación de la juventud; misiones, infieles, herejes y cismáticos; 

340

ateísmo militante... Vibra, estremécete... ¿Dejarás baldías tantas gracias 

vinculadas a tu oración? Suplica sin cesar a San José: Protege a tu Familia 

de la tierra, defiende a nuestro Santísimo Padre el Papa. Sé tú su apoyo y 

fortaleza.

Protector de la Santa Iglesia.

Todos: Ruega por nosotros.

Día 8. San José, esposo de María.

¡Cuántas veces le has contemplado! El, conduciendo la cabalgadura. 

Ella, recogida, transparentando el Divino Sol que lleva en su seno. Camino 

de Belén. Oyen los comentarios que dejan tras de sí al pasar; «Dos jóvenes 

esposos...», y no se equivocaban...

¿Has pensado en que José es el esposo de la Madre de Dios? Lazos 

entre esposos dicen: amor, confianza sin límites, entrega natural, espontá-

nea, confiada... ¡Cuánto debe María a José! Testigo, a la vez, de su Inma￾culada Virginidad y de su Maternidad divina. Es su custodio, su apoyo, su 

paño de lágrimas... No pienses que la gratitud de María se apagó con la vi￾da de San José en Nazaret. Su agradecimiento es eterno.

Y Ella es la Medianera de todas las gracias... No desaproveches el po￾der de José. Pídele lo que más te interesa: Escúchame, gloriosísimo José, 

acude a María... Háblale de mí, de mis necesidades, de mi única «necesi￾dad»: ¡mil veces morir antes que ser infiel a mi vocación!

San José, esposo de la Madre de Dios.

Todos: Ruega por nosotros.

Día 9. San José aprovechó todo su tiempo.

No puedes pensar en un San José ocioso. Tampoco en un San José fe￾bril, acongojado... Piensa con amor en el carpintero diligente, sin altibajos, 

sereno, sin nerviosismos. Ni un minuto desperdiciado. Tensión..., pero de 

voluntad..., de voluntad inflexible y serena, no de nervios.

¿Por qué no imitas a San José en tu modo de trabajar, de estudiar? 

Piensa un rato en el tiempo. ¿Concibes su valor? Gloria de Dios, Sangre de 

Cristo, almas, santidad, grados de felicidad perpetua... «Recoged las sobras 

para que nada se pierda», dice Cristo tras la multiplicación de los panes. 

Para la turba, aun para los apóstoles todavía, los fragmentos nada valen. 

341

Para Cristo, son pan que puede saciar a otros hambrientos; son partecicas 

del milagro de su amor...

Al dividir tu tiempo, quedarán «fragmentos..., momentos perdidos... 

Esos minutos pueden salvar almas, pueden saciar la sed asfixiante de amor 

que atormenta al Corazón de Cristo... Aprende de José a trabajar, a apro￾vechar el tiempo con avaricia santa. Dile con toda el alma: José bendito, 

quiero seguir tus ejemplos, pero soy débil, inconstante. Préstame tu ayuda 

poderosa. Tú todo lo puedes y yo todo lo necesito. ..

San José, modelo de laboriosidad.

Todos: Ruega por nosotros.

Día 10. San José, preparando morada a Jesús.

Antes de nacer Jesús, José prepara la cuna pata el Niño. La cueva de 

Belén es fría, sucia, destartalada... José..., ¡qué esmero en limpiarla! ¡Con 

qué cariño la adecentaría un poco! Y luego..., en Egipto y Nazaret..., pre￾parar la habitación de su Jesús... ¡Qué oficio más dulce!... José precedien￾do a Jesús para acondicionar su morada.

Piensa en este aspecto de la vida de José. ¿Nunca te has fijado en el 

desorden de tu corazón, de «tu casa», en la que ha de entrar Jesús? ¿Y no 

has reparado en esas almas vinculadas por Dios a tu apostolado? Quiere 

entrar en ellas... De ti depende que halle una vivienda confortable o una 

puerta cerrada por la culpa.

El desaliento se apodera con frecuencia de tu corazón. Pensabas en el 

desorden de tu alma. Olvidabas que el santo es un pecador que sigue esfor￾zándose. Pensabas en la suciedad de «tus almas», tantas y quizá tan frías y 

tan negras. La desconfianza te anegaba... ¿Por qué no acudes a José? 

¡Cuánto sabe él de preparar hogares para Jesús!

Santísimo José: mira a mi alma, pon orden en ella. Limpia mis faltas, 

calma mis pasiones, mis turbaciones. Haz de mí corazón un hogar confor￾table para Jesús, donde viva a su gusto. Santifícame y mira a mis almas, 

¡tan agujereadas, tan vacías! Abre tú sus puertas. Entre tanto escombro de 

pecados, prepara un trono para Cristo, Yo solo no puedo, y, sin embargo, 

es mi misión. Sé tú mi apoyo y mi fuerza...

San José, preparando hogar a Jesucristo.

Todos: Ruega por nosotros.

34

Día 11. Con José nada echan de menos Jesús y Marta.

En la persecución, refugio. En la pobreza, sostén. En la perplejidad, 

consejo. En la tribulación, alegría. Eso fue José para su Familia. En él todo 

lo tenían, nada echaban de menos...

¿No has palpado nunca tu pobreza? ¿Nunca te has sentido torturado 

por la duda? ¿Nunca ha asomado la tristeza, quizá la incomprensión o la 

persecución en tu alma? Jesús y María lo hallaron todo en José... ¿Y tú no 

lo encontrarás? Acude a él... Quizá la duda y la tristeza..., no; pero al me￾nos, la pobreza sí que la encontrarás a tu paso.

¡Es tan alto tu ideal y es tan frágil nuestro barro! Ayúdame, bendito 

José. Soy pobre... Sé mi riqueza. Soy inconstante, sé tú mi fortaleza. Sé mi 

luz en las tinieblas, mi alegría en la tribulación.

San José, sostén y apoyo de la Sagrada Familia. Todos: Ruega por no￾sotros.

Día 12. San José, santificado al contacto con Jesús.

El roce con la túnica de Jesús, ligero, instantáneo, sanaba a los enfer￾mos... ¿Y el contacto de treinta años? ¿Sus abrazos, sus cuidados, su pre￾sencia? ¿Su conversación íntima, el deslizarse suave de sus gotas de su￾dor?

José supo—mejor aún que la hemorroísa—tocar a Jesús... Pídele ayu￾da en tus comuniones: contacto estremecido de emoción divina, contacto 

de confianza absoluta, de amor tiernísimo, de fe inconmovible... Tú tam￾bién te haces santo al contacto con Jesús. Haz en compañía de José tu co￾munión. Pídele saber tratar como él a Jesús, tocarle como él... Y que tu 

contacto no sea pasajero, sino injerto vivo que permanezca, como el suyo, 

mientras te dure la vida...

San José, íntimo confidente del Corazón de Jesucristo.

Todos; Ruega por nosotros.

Día 13. San José, apasionado por Jesús.

José absorbido por una idea: ¡Jesús! ¡Era su obsesión! Al levantarse—

aún era de noche—, una mirada a la cuna y ¡a trabajar! alegre, tenaz, rebo￾sando amor.

¡Jesús! Todo por El. En cada minuto, en cada hora, esta idea gravitan￾do con todo su peso dulce, pero infinito..., sobre José. Y José, en cada se-

343

gundo, amando con toda el alma en trabajo tenso, amoroso, enderezado a 

EL Y así un año... y otro... y otro... Apasionado, absorbido por Jesús.

Fíjate en José. Mete esta obsesión en tu corazón, ¡Qué suave se te hará 

todo! Jesucristo amándote «ahora», esperando que le ames «ahora». No 

importa qué ocupación sea la que traes entre manos... Siempre será «aho￾ra», y sobre cada «ahora» gravitando el peso infinito de tu ideal: Jesucris￾to... Todas tus acciones puedes unificarlas en El... Vive en el «ahora» —

sepultando el futuro y el pasado en su Corazón..., en un «ahora» enfocado 

sólo hacia El. Como José en su taller, día tras día...

Pídele con fervor: Haz que me entusiasme con Cristo; que esculpa en 

mi corazón su Nombre Santísimo; que enfoque hacia El, de un modo ex￾clusivo, todos y cada uno de los «ahora» de mi vida. Haz, José, que le 

sienta internamente como mi obsesión única y mi ideal arrebatador.

San José, amante apasionado de Jesús.

Todos: Ruega por nosotros.

Día 14. San José, reparador.

El corazón de José. Si leyeres allí dentro... El mundo ha corrompido 

su camino. ¡Cuántos pecados! Herodes persigue a muerte a Jesús. José lo 

sabe. Lo sabe... y conoce la charca donde se revuelca el mundo pagano... y 

los pecados del pueblo de Dios. Si leyeses allí dentro de su corazón. Junto 

al humo sucio de pecados, sube la oración ardiente de José. Repara la glo￾ria de Dios ultrajada.

Pero ¡ay!, también el Corazón que late en el pecho diminuto de su Hi￾jito conoce todo aquello tan negro... y conoce la tibieza futura de los Su￾yos... Aunque parece que no se da cuenta de nada, llora sangre. Un «pobre 

Jesús» sale candente del alma de José consuelo afectuoso, sentido.

Imita a José. ¡Qué vida más feliz y qué vida más divina! ¿Te sientes 

impotente pata remediar el cúmulo de pecados que cubren el mundo? No 

lo eres. En medio de tu actividad, lleva vida reparadora dentro de tu cora￾zón. Consuela al Corazón de Cristo con tu fidelidad. ¡Qué alegría propor￾cionarás a José! ¡Y a Jesús!... Su Corazón sintió que se le aliviaba la carga.

Solicita el apoyo de José: Santísimo José, enséñame a vivir como tú, 

reparando en silencio la gloria del Padre, consolando el Corazón de Jesu￾cristo en mis trabajos, mis oraciones, mi vida entera...

San José, reparador perfecto.

344

Todos: Ruega por nosotros.

Día 15. San José, camino.

Recorre las jerarquías del cielo. Escucha el nombre que en sus alaban￾zas dirigen al Verbo de Dios: Santo, Santo, Santo. Baja a Nazaret, escucha. 

José—y es un hombre—llama al Verbo de Dios: Hijo mío. Sólo él, fuera 

del Padre Eterno y María, puede pronunciar este nombre. Es su padre le￾gal... Jesús le llama así... Y él lo es de verdad.

Tú amas a Cristo, y le amas con pasión... ¿Quieres demostrarle amor? 

San José te enseña. ¿Por qué no le imitas? En algo al menos. No es difícil. 

No es complicarte la vida. Es un acudir a El espontáneo, natural... Tú, en 

los atardeceres de Nazaret pedías a Jesús lo que necesitabas, le contabas 

tus penas.

José bendito, Padre de mi único Bien, Jesús: Desde hoy quiero tener 

en ti mi seguro refugio, mi camino cierto para ir a María, y al Corazón de 

tu Hijo. Llévame a El, enciérrame allí y no me dejes salir jamás.

Padre nutricio del Hijo de Dios.

Todos: Ruega por nosotros.

Día 16. San José, educador de Jesús.

¿No te los has figurado nunca así; José en un banco de piedra, y Jesús 

sobre sus rodillas? Una escena muy dulce, muy divina... ¡y diaria! En 

aquellos momentos José educaba a Jesús. ¡Misterio! Jesús crecía en edad, 

en sabiduría y en gracia... José era quien, con María, le formaba. Y así... 

¡cuántos años! Formación larga en el silencio de un taller...

¿Por qué no escoges a José por maestro? El te enseñará a imitar al 

Discípulo de Nazaret, Jesús. Santísimo José, haz que imite a tu Discípulo y 

Modelo mío supremo, Jesucristo. Quiero tener siempre en El fija mi mira￾da. Hazme aprovechar con amor una vida que es preparación para la eter￾na. Bajo tu mirada, quiero crecer, como Jesús, en edad, sabiduría y gracia 

delante de Dios y de los hombres.

Preceptor del Hijo de Dios.

Todos: Ruega por nosotros.

Día 17. San José, intimidad con Jesús.

345

Piensa en las alegrías de José: Jesús ha nacido. Jesús es visitado y ado￾rado. Jesús crece lleno de vida. Jesús le llama «Padre», le ama, le acari￾cia... Y en las penas de José: Jesús blanco de odios, Jesús per' seguido, Jesús 

perdido en el templo...

Mi único motivo de gozo: Jesús... su voluntad, su amor. Mi único mo￾tivo de tristeza: Jesús... sus ofensas, su ausencia. Todo el resto del mundo 

no es capaz de estremecer una fibra del corazón de José.

Centra tú también tus alegrías y tus penas. Mira bien a José y haz co￾mo él... Pena sólo de la ausencia de Jesús, de ofenderle y de que le ofen￾dan... Alegría sólo en amarle y en que le amen... y en sentirse amado por 

El...

Dile con toda el alma a San José: Enséñame a centrar mi vida, con to￾dos sus dolores y alegrías, en Jesús, Que no haya nada en el mundo que 

pueda alegrar o entristecer mi corazón fuera de El.

San José, tú que amas a Jesucristo.

Todos: Ruega por nosotros,

Día 18. San José} modelo de serenidad.

Mira su rostro... ¿Persecución? ¿Estrechez? Siempre sereno, alegre, 

imperturbable. Siempre flexible a la voluntad de Dios. Como la caña que 

se dobla al soplo del viento, sin crujir...

Tu vida de apóstol... Cuántos cambios de ocupación, de personas, de 

estados de ánimo... Mira a José, imita a José. Serás flexible, adaptable. En 

todas partes estarás a gusto, siempre contento, siempre encajado, dispuesto 

a trabajar con toda tu alma. Confórmate con lo que Dios vaya haciendo 

contigo. El sabe más y Te quiere mejor. No olvides que si mucho deseas, 

mucho penas; si poco deseas, poco penas; si nada deseas, descansas.

San José: alcánzame de tu Divino Hijo una facilidad alegre, una flexi￾bilidad sin protestas y un querer siempre lo que El quiere, sin amargura de 

corazón...

San José, modelo de conformidad con la voluntad de Dios.

Todos: Ruega por nosotros.

Día 19. San José suavizó las cruces de Jesús y de María.

Destierro. Trabajo ingrato de Nazaret... Pobreza. San José todo lo dul￾cifica. Cogía las cruces de los hombros de Jesús y de María... y se las car-

346

gaba sobre sus espaldas... El soportaba en silencio tragos amargos, situa￾ciones duras. Un sonrisa amable por de fuera... Allí, dentro..., las preocu￾paciones, las congojas...

Entrégate tú también a José. El será el bálsamo de tus penas, pero no 

te contentes con eso. Sé tú el José de los que te rodean... Alivia su carga, 

lleva sus cruces. Una palabra de aliento, una ayuda, una oración por ellos, 

y todo sin violencia, con naturalidad, sonriendo...

Santo Patriarca, que lleve yo con aliento y alegría mi cruz, que sea yo 

el Cireneo de todos, y que lo sea con sencillez, sonriendo siempre, silen￾ciosamente, como tú en Nazaret...

San José, ángel tutelar de la Sagrada Familia.

Todos: Ruega por nosotros.

Día 20. San José, Patrono de la vida de oración.

Ni hechos ruidosos, ni prodigios de celo, ni torturas atroces en la vida 

de San José. Mira su corazón, ahí está el secreto de su vida. Amor abrasa￾do, ardiente entrega a Jesús en medio de una vida ordinaria, trivial, de tra￾bajo monótono... ¡Eso es todo! Y eso hizo a José el mayor de los santos.

Tú tienes que ser santo. Lo pide la gloria de Dios. Las almas de tus 

hermanos te apremian. Busca el secreto de tu santidad en donde lo halló 

José. Vida interior, vida de oración. Sin esto, tu vida no tiene sentido. Sería 

vida de sarmiento elegido para dar mucho fruto, que se hace estéril e infe￾cundo.

Toma a San José por maestro de tu vida. Dile con fe: Enséñame a orar 

con fe viva, con caridad abrasada, con esperanza firme. A orar siempre, 

como tú cuando andabas por la tierra.

San José, maestro de oración.

Todos: Ruega por nosotros.

Día 21. San José irradia humildad.

Una elección gratuita de Dios, y él, el artesano oscuro de Nazaret, es 

ya padre nutricio del Hijo de Dios..., su guardián y defensa..., sombra del 

Eterno Padre..., esposo de la Madre Virgen... Y no se enorgullece. Cuanto 

más le ensalza Dios, más él se abaja... Humilde, desaparece. Sólo le intere￾sa que brillen Jesús y María.

347

Dios te ha escogido. Quiere que tu alma sea esposa de Jesús, padre 

(madre) de las almas, misionera. Quizá sientas un atisbo de orgullo, de 

desestima por los que no vuelan a tu altura. Pero tú también eres barro. 

Elegido por Dios, pero barro frágil. Agradece a Dios su predilección. Hu￾míllate a Sus pies. Ten de los otros mayor estima que de ti mismo. No ol￾vides que para enamorarse Dios del alma no pone los ojos en su grandeza, 

sino en la grandeza de su humildad.

Mira a José en ese vivir desapareciendo. Tu vida, como la de él, debe 

estar «escondida con Cristo en Dios». José humildísimo, enséñame a desa￾parecer amando, pues quienes aman de veras a Dios sólo verdades aman. 

Su grandeza y mi nada son la gran verdad.

San José, modelo de humildad.

Todos: Ruega por nosotros.

Día 22. Pobreza de San José.

Mira el establo..., pajas... Viento helado a través de las hendiduras de 

la roca, cuna que es un pesebre... Egipto y Nazaret, hogares irradiando po￾breza. Ni comodidades ni lujo. Pobreza en comida, ajuar. Trabajo duro y 

monótono para poder sustentar la Sagrada Familia. Pero José y María no 

echan de menos nada. Tenían algo que suplía todo. En el establo, en Egip￾to, en Nazaret, tenían... a Jesús... En El lo tenían todo. Sabían que «para 

tener a Dios en todo conviene no tener en todo nada, «porque el corazón 

que es de uno, ¿cómo puede ser del todo de otro?»

Pobreza de tu vida, desprendimiento, «porque si quieres tener algo en 

todo, no tienes puro en Dios tu tesoro».

Piensa en la Familia de Nazaret. Ni una queja asomará a rus labios, es￾tarás contento con todo. Si tienes a Cristo, ¿qué te importan los bienes de 

la tierra? Pide con fervor a José. El te enseñará a descubrir en Cristo «to￾dos los tesoros de sabiduría y ciencia», a encontrar en El «todas las cosas».

San José, pobre y desprendido.

Todos: Ruega por nosotros.

Día 23. San José, patrono de la buena muerte.

María sostiene su cabeza, le mira con inmenso cariño. Jesús estrecha 

sus manos. Le dice al oído, con acento inefable: Ven, siervo bueno... ¡Pa￾dre mío, entra en el gozo de tu Señor! José ha cerrado los ojos... Jesús y 

348

María besan su frente fría... Con Jesús y con María, José ha empezado a 

vivir. Recuerdo sereno de una vida santa. Esperanza firme. Perspectiva de 

una eternidad en brazos de Jesús.

Tú deseas su muerte. Imita su vida. Anhelas la muerte del santo. Sé 

santo en tu vida. Martirio diario en vida consagrada a Cristo. Miles de al￾mas corredimidas en Cristo. Presencia de Jesús y de María. Recuerdo se￾reno y panorama sin fronteras: un abrazo perfecto de duración eterna...

Patrono de una muerte santa y dichosa, San José: alcánzame la gracia 

de las gracias: morir en brazos de Jesús y en el regazo de María, después 

de gastar roí vida en padecimientos y trabajos a la mayor gloria de Dios. 

Morir de amor repitiendo: Jesús, José y María, en Vosotros descanse en 

paz el alma mía.

San José, patrono de los agonizantes.

Todos: Ruega por nosotros.

Día 24. San José, el mayor de los santos.

Uno fue el quehacer de Cristo—el Santo de los Santos—en la tierra: 

cumplir la voluntad del Padre. Uno, el quehacer de los santos, imitadores 

de Cristo: cumplirla, vivirla en sí mismos en todo, en todos, siempre. 

Cuanto más se acercan al Modelo, tanto más santos. Y tanto más parecidos 

cuanto mayor ha sido su intimidad con El, más intenso su «mirarle». Na￾die, después de María, le ha tratado más de cerca que San José. Nadie, 

después de Ella, más semejante a Jesús. Ahora, en el cielo, no hay quien se 

le acerque más en la gloria ni en el poder.

Tu acudir a José ¿está en proporción con su poder? No te extrañe verte 

tan débil... Has descubierto algo que te impide ser santo. Ese «algo» ponlo 

desde hoy al cuidado de José. Que él te ayude a extirparlo... Sólo entonces 

podrás imitar a Cristo... Modelo de los santos, Modelo de José. Piensa con 

frecuencia que «desasirse de todo lo creado es lo que más junta al alma 

con Dios, yendo con limpia conciencia». Lo que más le ayuda a José es 

vivir Su voluntad, escuchar a Cristo, que le dice: Sed perfectos, como 

vuestro Padre celestial es perfecto. Esta es la voluntad de Dios: vuestra 

santificación.

¡Poderosísimo José, mi amparo y mi fuerza en mis combates por la 

santidad! Hazme otro Cristo desapareciendo con amor para vivir sólo la 

voluntad del Padre.

San José, ejemplo de santidad.

Todos: Ruega por nosotros.

349

Día 25. San José, confidente del Corazón de Jesús.

Juan, el discípulo querido, descansó una vez en el pecho de Jesús, per￾cibió sus latidos... Pero para José este regalo era el premio cotidiano a sus 

desvelos. ¡Cuántas veces, en aquellos abrazos tiernos—contacto estrecho y 

apretado—los dos corazones palpitarían al unísono!

Tú quieres amar a ese Corazón, descanso para los que le aman y refu￾gio de salvación siempre abierto para los que se arrepienten. El único de￾seo de ese Corazón es anegarte en Su amor. Quiere hacer de tu pequeñez y 

miseria un canal de misericordia para que muchas almas le conozcan, ten￾gan Vida Eterna, se salven.

Nadie logra conocer bien a Jesucristo si no estudia Su Corazón. Es 

«trono de misericordia, donde los miserables son (os mejor acogidos».

Acude a José. El sabe mejor que nadie qué maravillas encierra ese Co￾razón. «Nada se canta más suave, nada se oye con mayor gozo, nada se 

piensa más dulce que Jesús, el Elijo de Dios.» Lo repetía muchas veces. 

«La lengua no acierta a decir ni la letra a expresar lo que es amar a Jesús». 

Pero José, después de la Virgen, lo vivió como nadie.

San José, haz que al tributar al Corazón de Jesús el obsequio de nues￾tro amor le ofrezcamos también una cumplida reparación.

San José, confidente íntimo del Corazón de Jesucristo.

Todos: Ruega por nosotros.

Día 26. San José, adalid y protector de la Cruzada-Milicia de la Virgen.

¡Qué familia la de Nazaret! Amor tierno y fuerte. Unión íntima. Ale￾gría sin estridencias, pero profunda, dulcísima. Colaboración espontánea, 

natural, abnegada, sonriente. Tres corazones que no vivían para sí, sino pa￾ra los otros dos en Dios... Y José, al frente de aquella Trinidad de la tierra.

Una familia queridísima dejaste al venir a la Cruzada, al brillar la es￾trella. La aventura de la fe comenzaba... Y otro hogar, otra familia más 

dulce aún, de lazos más puros, no de carne y sangre, sino de espíritu, de 

unión en Jesucristo, hallaste junto al Sagrario, en el Nazaret de la Cruza￾da...

¿Quieres ser buen hijo en esa nueva y eterna familia? Mira la casita de 

José, el carpintero... y sigue su ejemplo... Para tu primer hogar, oración ar￾diente, el amor que la caridad ordenada requiere. Para tu Nazaret, perfiles 

exquisitos de delicadeza. Asimila su espíritu de familia: alegría y sencillez, 

unión y colaboración.

San José, ¡qué bien se encontraba Jesús en Nazaret contigo y con Ma￾ría! Vivía a su gusto, libre y dueño. Haz que viva también así en el Nazaret 

de la Cruzada. Filial confidencia, llena de sinceridad.

San José, alma y vida de la Cruzada.

Todos: Ruega por nosotros.

Día 27. San José, ejemplar de santidad.

San José, vir iustus. Una sola pincelada y el Espíritu Santo nos lo re￾trata. ¿Se puede decir más? Varón justo, hombre según el Corazón de 

Dios. Realizará Sus designios. En total abandono, cumple Su voluntad. Bu 

vida, un cántico de amor que siempre fluye, que siempre repite hasta mo￾rir: «Quedóme y olvidóme; / el rostro recliné sobre el Amado. / Cesó todo, 

y dejéme, / dejando mi cuidado / entre las azucenas olvidado.

La santidad de José es la tuya. No está en la práctica aislada de esta o 

la otra virtud. Es una actitud de conjunto. Una disposición habitual del co￾razón «que nos hace humildes y pequeños en brazos de Dios, conscientes 

de nuestra debilidad y confiados hasta la audacia en Su bondad de Padre».

San José, alcánzanos esa santidad tan tuya, Danos esa fe que hace si￾lencio en el alma ante todo lo creado. Esa fe que es «el cara a cara con 

Dios en las tinieblas, la posesión de Dios en el destierro».

Justísimo José.

Todos: Ruega por nosotros.

Día 28. San José, maestro de obediencia.

Un decreto de César Augusto. Despótico quizá y arbitrario. No impor￾ta. San José, sin una murmuración ni protesta, con María marcha a empa￾dronarse a Belén... Jesús ha nacido. Los Magos, después de adorarle, vuel￾ven a Oriente. Un ángel se aparece a José. Levántate... Huye a Egipto... Al 

instante, en plena noche, toma al Niño y a su Madre y huye... Sin rebeldía, 

sin crítica. ¡Cuánto sabe José de obediencia pronta, alegre y ciega! Tiene 

fe en el obedecer y goza por eso de gran paz.

La obediencia es desaparecer. «Olvido de lo crea-/ do, memoria del 

Creador, atención a lo interior y estarse siempre amando al Amado». In￾molarse a Dios momento a momento. No pensar más que en El. No ocu-

351

parnos de lo que no entendemos. El lleva las riendas. ¡Si tú le dejas...! ¡La 

obediencia, lo más fácil, lo más difícil! Lo más fácil al que vive nadando

en su nada. Lo más difícil cuando nos creemos algo. La obediencia, lo más 

necesario. Vacía el alma para que El la llene. «Los bienes inmensos de 

Dios no caben ni caen sino en corazón vacío y solitario». El vacío que 

produce la obediencia atrae la plenitud de Dios.

San José, Maestro de obediencia, enséñame a pasar por la tierra como 

Jesús: «obediente hasta la muerte, y muerte de cruz». Enséñame a vivir 

como la Virgen: «guardando todas las cosas en mi corazón», sepultándome 

en el fondo de mi alma para perderme, transformarme en la Trinidad que 

ahí mora.

José obedientísimo.

Todos: Ruega por nosotros.

Día 29. San José, espejo de pureza angélica.

Los ángeles no tienen cuerpo. San José lo tenía. Su vida, más que an￾gelical. La Virgen, «carne angelizada», le contagia el privilegio de la vir￾ginidad. Entra en su casita de Nazaret... Percibe el perfume de su pureza. 

Lo daba entonces, lo sigue dando ahora. Déjate embalsamar. Lo necesitas 

para ser testigo viviente de lo eterno en un mundo que no cree ni espera y 

que sólo se salvará siguiendo a la «abanderada de la virginidad», María, y 

a San José, su esposo virgen.

Mira a José. Imítale. Control al mirar, leer, oír, tratar. Cauto en la mi￾rada, pues «la muerte entra por las ventanas». Cortés en el trato. Comedido 

en el hablar y cortando alas al pensamiento. Vive y te enseña a vivir las 

cuatro «c». Te enseñará a ser como magnolia o nenúfar. Cierran celosos su 

tierna corola al declinar el sol. Protegen vigilantes, con virginal delicadeza, 

sus pétalos aterciopelados, blancos.

San José, custodio y padre de vírgenes. A tu fiel custodia fue enco￾mendada la misma inocencia, Cristo Jesús, y la Virgen de las vírgenes, 

María. Por intercesión de ambos, presérvame de toda inmundicia. Dame 

alma pura, corazón limpio, cuerpo casto.

Castísimo José.

Todos: Ruega por nosotros.

Día 30. San José, trabajador incansable.

352

De Nazaret... ¿podría salir algo bueno?... Y, sin embargo, de allí salió 

lo mejor, lo más santo y puro: el Santo de los Santos, el Redentor del 

mundo, y sus dos almas más íntimas.

En Nazaret inician la construcción de un edificio grandioso: la Iglesia. 

Trabajan por la felicidad temporal y eterna de la humanidad, por la regene￾ración de la familia, por la redención del trabajo, por la glorificación de la 

vida corriente de cada día.

La acuciante pregunta de Natanael nos asalta. De mi vida diaria en￾vuelta en monotonía ¿puede salir algo bueno? El musgo al microscopio es 

una flor bellísima.

Mis acciones más banales vividas en Nazaret tienen al/ canee cósmico 

en el universo de las almas. El diminuto tornillo de reloj no es menos im￾portante, si sabe permanecer escondido, que la esfera o las manecillas que 

marcan la hora.

San José, trabajador incansable, me marca ruta. La santidad está en la 

tarea cotidiana con el máximo amor: cumplimiento del deber familiar y 

profesional, reforma del carácter, lucha contra los enemigos de dentro y 

fuera, apostolado incansable de conquista alma por alma... Todo empapado 

en amor con horizonte de redención. Las almas se salvan no por lo que ha￾blamos, sino por lo que vivimos. Nuestra mayor eficacia está en lo que 

somos, no en lo que hacemos o decimos. Una vida sin palabras vale más 

que muchas palabras sin vida.

San José: enséñame la verdadera grandeza, la grandeza en lo pequeño. 

Ayúdame a ser perfecto en lo menudo y trivial, santo en lo profano, celes￾tial en lo terreno, eterno en lo temporal.

San José, trabajador incansable.

Todos: Ruega por nosotros,

Día 31. San José, contemplativo en la acción.

¿Qué vale la palabra en los labios si no sale cargada con preciosos si￾lencios del corazón? ¡Pobres almas agujereadas que dejan escapar, gota a 

gota, las aguas profundas! Quieren hacer apostolado, y las almas no reac￾cionan.

San José no es así. Sabía que la palabra fecunda, como flor, sale del 

corazón cargada del rocío y de los perfumes de la oración. Todo lo hacía 

mirando a Jesús y María y dejándose mirar por Ellos. Angustias, tribula￾ciones, trabajos... Las espinas del camino se van convirtiendo en flores. 

353

Abandonado en el momento presente, vive sólo el ahora. Contempla, ama, 

«dime. Los besos y caricias de Jesús, los cuidados tiernas de María son pa￾ra José.

Así corresponden Ellos a los desvelos solícitos del Santo. Así quieren 

conducirse contigo, si te abandonas como él, en el «ahora», en ese «her￾moso día de hoy que no se repite jamás», en esa «cita de Dios» para enri￾quecerte con Su amor.

Jesús de Nazaret, obedeciendo a María y José santificas la vida de fa￾milia con inefables virtudes. Concédenos, por intercesión de ambos, 

aprender los ejemplos de paciencia y humildad de Tu Sagrada Familia en 

la tierra para ser dignos de su compañía en el cielo.

San José, contemplativo en la acción.

Todos: Ruega por nosotros.

Dolores y gozos de San José

(Siete domingos anteriores al 19 de marzo. Empiezan último domingo 

enero o primero febrero. Sustituyen a la oración del tiempo y al mes de 

San José.)

L.: A otros santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en una 

necesidad. De este glorioso santo tengo por experiencia que socorre en to￾das las necesidades y que quiere el Señor darnos a entender que así como 

le fue sujeto en la tierra, así en el cielo hace todo cuanto le pide... Paréce￾me que cada año en su día le pido alguna cosa y siempre la veo cumplida 

(Santa Teresa, Vida c.6).

1. San José. Grande fue la angustia de tu corazón en la perplejidad 

de abandonar a tu purísima Esposa, pero al revelarte el Angel el soberano 

misterio de la Encarnación no salías de tu admiración, el corazón no te ca￾bía en el cuerpo, la ternura y las lágrimas no te dejaban hablar... (Pausa.)

San José, Luz de los Patriarcas.

T.: Ruega por nosotros.

L.: Esposo de la Madre de Dios.

T.: Ruega...

L.: Custodio de la Virgen Pura.

T.: Ruega...

2. Tu dolor al ver nacer a Jesús Niño en tanta pobreza se hace ale￾gría celestial al oír cantar a los ángeles y ver la gloria de aquella noche tan 

354

resplandeciente. Te sentías testigo y defensor de la Inmaculada Virginidad 

de María y de su Divina Maternidad... (Pausa.)

San José, Espejo de paciencia.

T.: Ruega por nosotros.

Protector de la Sagrada Familia.

T.: Ruega...

Contemplativo en la acción.

T.: Ruega...

3. La Sangre Preciosa que el Niño Redentor derrama en la Circun￾cisión, te traspasa el corazón; pero el Nombre de Jesús te conforta llenán￾dote de alegría... (Pausa.)

San José, Padre de las almas.

T.: Ruega...

T.: Ruega por nosotros. Trabajador incansable. 

T.: Ruega...

4. La profecía de Simeón anunciando el sufrimiento de Jesús y 

María te angustia; pero al contemplar la salvación y resurrección de incon￾tables almas, te estremeces de gozo... (Pausa.)

San José, Gloria de la vida familiar.

T.: Ruega por nosotros.

Custodio de vírgenes.

T.: Ruega...

Consuelo en el sufrimiento.

T.: Ruega...

5. ¡Cuánto padeciste alimentando y protegiendo al Hijo del Altí-

simo y a su Madre bendita! ¡Más aún al huir a Egipto! Pero ¡qué alegría 

tan grande inunda tu corazón al tenerlos siempre contigo, al vivir en fami￾lia con Ellos, mirándolos, escuchándoles, contemplándolos...! (Pausa.)

San José, Amparo en la soledad.

T.: Ruega por nosotros.

Alivio en el destierro.

T.: Ruega...

Confianza en la adversidad.

T.: Ruega...

355

6. Tu gozo, al volver de Egipto, se enturbia con el temor de Ar￾quelao, pero tranquilizado por el Angel vives gozoso en Nazaret con Jesús 

y María, sirviéndolos con alegría y admiración... (Pausa.)

San José, modelo de vida oculta con Cristo en Dios.

T.: Ruega por nosotros.

Defensor de la Iglesia.

T.: Ruega...

Adalid de la Cruzada.

T.: Ruega...

7. Perdiste, sin culpa, a Jesús. Le buscas tres días lleno de dolor; 

pero, exultante de gozo, le encuentras en el templo. Te reventaba el cora￾zón al ver tanta sencillez y amor en Jesús, tanta humildad y caridad en la 

Virgen. Y en silencio adoras y amas... (Pausa.)

San José, Esposo de la Madre muda del Verbo que calla.

T.: Ruega por nosotros.

Animador de Nazarets y Carmelos.

T.: Ruega...

Ayuda en las necesidades.

T.: Ruega...

L.: Esposo de la Virgen.

T.: Custodio del Señor.

L.: Llévanos a María.

T.; Y por María a Dios.

L.: Haznos llevar, José, una vida inmaculada.

T.: Y siempre segura con tu protección.

L.: Enciérranos con la Virgen en Nazaret.

T.: En el Nazaret de una vida oculta, desapareciendo con sencillez y 

alegría en trabajo y obediencia.

L.: Tú que tanto sufriste para albergar y sustentar a Jesús y María.

T.: Alcánzanos millones para los nuevos hogares, despeja obstáculos, 

allana dificultades.

L.: San José, Padre y Protector de la Santa Iglesia.

356

T.: Multiplica y santifica vocaciones sacerdotales, llamamientos a la 

vida consagrada, incrementa la Cruzada de tu Esposa en número y santi￾dad.

L.: Con inefable providencia, Señor, haces a San José Esposo de la 

Virgen, Custodio de Jesús, Protector de Su Iglesia. Concédenos tener por 

intercesor en el cielo al que veneramos como protector en la tierra. Así 

conseguiremos, por sus súplicas, lo que nuestras fuerzas no alcanzan. Que 

vives y reinas por los siglos de los siglos.

T.: Amén.

Letanías

L.: Señor, ten piedad.

T.: Señor, ten piedad, 

L.: Cristo, ten piedad.

T.: Cristo, ten piedad.

L.: Señor, ten piedad.

T.: Señor, ten piedad.

L.: Cristo, óyenos.

T.: Cristo, óyenos.

L.: Cristo, escúchanos.

T.: Cristo, escúchanos.

L.: Dios Padre celestial.

T.: Ten piedad de nosotros.

L.: Dios Hijo Redentor del inundo 

T.: Ten piedad de nosotros.

L.: Dios Espíritu Santo.

T.: Ten piedad de nosotros 

L.: Trinidad Santa, un solo Dios.

T.: Ten piedad de nosotros.

L.: Santa María. Ruega por nosotros.

San José. »

Inclito descendiente de David. »

Luz de los Patriarcas. »

Esposo de la Madre de Dios. »

Castísimo José. »

Custodio de la Virgen Pura. »

Testigo de su Inmaculada Virginidad. »

Defensor de su Divina Maternidad. Ruega por nosotros. 

357

Justísimo José. »

Nutricio del Hijo de Dios. »

Fortísimo José. »

Defensor solícito de Cristo. »

Jefe de la Sagrada Familia. »

Obedientísimo José. »

Siervo fiel y prudente. »

Espejo de paciencia. »

Contemplativo en la acción. »

Trabajador incansable. »

Ejemplar de pobreza. »

Padre de las almas. »

Maestro de oración. »

Amante del momento presente. »

Esposo de la Madre muda del Verbo que calla. »

Perseverante en la acción. »

Gloria de la vida familiar. »

Fe en la oscuridad. »

Custodio de vírgenes. »

Paciencia en la adversidad. »

Consuelo en el sufrimiento. »

Amparo en la soledad. »

Vida oculta con Cristo en Dios. »

Alivio en el destierro. »

Terror del enemigo. »

Confianza en la lucha. »

Esperanza de los enfermos. »

Patrono de los moribundos. »

Protector de la Santa Iglesia. »

Adalid de la Cruzada. »

Animador de Nazarets y Carmelos. »

L.: Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo.

T.: Perdónanos, Señor.

L.: Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo.

T.: Escúchanos, Señor.

L.: Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo.

T.: Ten misericordia de nosotros.

L.: Esposo de la Virgen.

T.: Custodio del Señor.

358

L.: Llévanos a María.

T.: Y por María, a Dios.

L.: Haznos llevar, José, una vida inmaculada.

T.: Y siempre segura con tu protección.

L.: Enciérranos con la Virgen en Nazaret.

T.: En el Nazaret de una vida oculta, desapareciendo en trabajo y obe￾diencia con sencillez y alegría.

Oraciones

1. L.: Con inefable providencia, Señor, haces a San José Esposo 

de la Virgen, Custodio de Jesús, Protector de Su Iglesia. Concédenos tener 

por intercesor en el cielo al que veneramos como Protector en la tierra. Así 

conseguiremos por sus súplicas lo que nuestras fuerzas no alcanzan. Que 

vives y reinas por los siglos de los siglos.

T.: Amén.

2. Señor Todopoderoso, Creador del universo. Tú impones la ley 

del trabajo a todos los hombres. Concédenos, siguiendo el ejemplo de San 

José y con su protección, practicar las obras que mandas y conserguir los 

bienes que prometes.

3. Inmolándonos, Padre Santo, con la Hostia de 1 alabanza, Te 

pedimos suplicantes nos proteja en esta I vida la oración de San José, a 

quien confiaste la misión de custodiar como Padre a Tu Hijo Unigénito.

4. Alimentándonos, Señor, con el Sacramento de Vida, Te supli￾camos que a ejemplo y por intercesión de San José, Tu servidor justo y 

obediente, vivamos siempre para Ti en justicia y santidad.

Custodio y padre de vírgenes

A tu fiel custodia fueron encomendados la misma Inocencia, Cristo 

Jesús, y la Virgen de las vírgenes, María. Te suplico y ruego, por el amor 

que te unió a Ellos, me preserves de toda inmundicia. Haz que con alma 

incontaminada, puro corazón y cuerpo casto, sirva siempre castísimamente 

a Jesús y María. Amén,

Copyright © 2025 Stabat Mater - Todos los derechos reservados.

Con tecnología de

Este sitio web utiliza cookies

Usamos cookies para analizar el tráfico del sitio web y optimizar tu experiencia en el sitio. Al aceptar nuestro uso de cookies, tus datos se agruparán con los datos de todos los demás usuarios.

Aceptar